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El baúl volador: El juego de la ruleta china


Es día 1 de octubre y se inicia la segunda sesión de nuestro Seminario de Literatura: Ana Pelegrín, en la ilustre biblioteca de Acción Educativa. La sala está repleta de maestros y maestras. Maestros y maestras llegados de un montón de centros de la Comunidad de Madrid y de la Comunidad de Castilla la Mancha con la intención de seguir trabajando con sus chicos a “pie de pluma”.

Federico Martín Nebras, quien ideara el seminario hace algunos años, asiste en calidad de maestro, de cuentista, de juglar, de incitador de versos, de poeta…

Nos presenta la obra de Esperanza Ortega El baúl volador. Este libro ofrece muchísimas alternativas para poder trabajar la literatura creativa en los centros de Secundaria, pero que con poco esfuerzo podemos adaptar las propuestas a otras edades como Infantil o Primaria. Hablamos de la autora y Federico nos relata algunas anécdotas de Esperanza como profesora, hace referencia a otras obras suyas como: Las cosas como eran y La mano sobre el papel.


El título de la obra con la que vamos a trabajar durante esta y las siguientes sesiones, El baúl volador, lo toma la autora de uno de los cuentos de Andersen: La sombra y otros cuentos. El danés muestra en este cuento suyo una filosofía protestante de riqueza hacia el interior, no hacia fuera, no de ostentación. Como poetisa, Esperanza Ortega bebe de la poesía de Garcilaso, Juan Ramón Jiménez, la generación del 27, pero especialmente del poeta Francisco Pino, poeta ultraísta, de vanguardia, autor de Siempre y nunca.

Con El baúl volador, Esperanza Ortega tiene la pretensión de hacer poetas a los alumnos pues… como dice Federico: “Sin expectación no hay poesía. La poesía es un estado, un estado de expectación, como pasarse la vida sobre un tejado, esperando…”

"Una estrella
no se apaga
ni aun cuando
la sople
el alba."
Francisco Pino.
1910-2002.

Después comenzamos a jugar con el lenguaje, con los sentimientos, con la intuición. Para ello nos propone Federico atender a una de las propuestas de Esperanza Ortega en El baúl volador, concretamente EL JUEGO DE LA RULETA CHINA (página 57)

Partimos de una condición “Si fuera… ¿cuál sería?”, “Si yo fuera lluvia…” y a través de ella se establece un catálogo de semejanzas, de comparaciones en el que cada alumno se imagina un color, un olor, un sabor, una flor, un árbol, un cuadrúpedo, una forma geométrica, un número… que el maestro nos va sugiriendo. De este modo, nos encontramos con textos como

    SI YO FUERA LLUVIA
Si yo fuera lluvia
sería como mil lágrimas
cayendo sobre tu rostro.
Si yo fuera lluvia
sería los siete colores del arco iris
para alumbrarnos todas las noches.
Si yo fuera lluvia
sería  como una alondra
para soñar juntos nuestros miedos.
Si fuera lluvia
sería un sauce llorón
para derramarme en tu cuerpo.
Si fuera lluvia
sería como el chocolate negro
deshaciéndome en tu boca.
Si yo fuera lluvia
sería un tigre salvaje
corriendo trás de ti para abrazarte.
Si fuera lluvia
sería como la hierba fresca
humedeciendo tus pies descalzos.
Si fuera lluvia
sería como los alhelíes
floreciendo siempre en tu pecho.
Si fuera lluvia
sería el número infinito
para nunca dejar de enumerarte.
Si fuera lluvia
sería como el mar
buceando en tus recuerdos.

Otra compañera:

Si yo fuera lluvia sería amarilla
Y pintaría otoños los fines de semana.
Si yo fuera lluvia olería a azahar
Y perfumaría el aire que respiras cuando estás triste.
Si yo fuera lluvia tendría sabor a canela
Y te despertaría los recuerdos felices de meriendas pasadas.
Si yo fuera lluvia sería un chopo muy alto
Y curaría con mi susurro tus penas de amor.
Si yo fuera lluvia sería jazmín
Aguardando la noche para estar contigo en aquel patio.
Si yo fuera lluvia sería un mar interior cuajado de grullas.
Si yo fuera lluvia sería gacela azul,
         y un ocho dormido
         o un número irracional
         y una espiral infinita.
                       
Otro de los asistentes, escribe:

Si yo fuera lluvia sería gris para posarme sobre tu pelo.
Si yo fuera lluvia olería a la tierra mojada de los campos de mi infancia.
Si fuera lluvia sería espumosa y efímera como el tacto de un vino rosado.
Si yo fuera lluvia sería como un cerezo sin flor en el valle del Tietar.
Si yo fuera lluvia sería como un gorrión espía de conversaciones en el parque del Retiro.
Si yo fuera lluvia sería un gato que vigila tu tejado.
Si yo fuera lluvia sería un círculo, sin aristas.
Si yo fuera lluvia sería un charco.
Si yo fuera lluvia sería un ocho circular e infinito.
Si yo fuera lluvia sería una lágrima inédita.
                                    
Después de jugar a las condicionales comparadas refinamos el texto y lo convertimos en un poema, para ello nos quedamos sólo con la parte importante de la pregunta y con la parte importante de la respuesta: forma, naturaleza, animal…
Otro ejemplo, sería:

Tinte que derrama
la flor de la aliaga,
dame tu almizcle opaco,
y una esfera translúcida
de siete notas musicales ,
que cante por los caños
de una fuente serena.

Y más lluvia que no cesa:

Lluvia.
Circular, sin aristas,
charcos.
Tierra mojada
en los campos de mi infancia.
Lluvia,
gotas.
Gorrión que espía conversaciones,
gato que vigila tu tejado.
Lluvia: lágrima inédita.

O ganas locas de implorarle a la tierra...
Asaetada la tierra
dulcemente asaetada,
se deja penetrar
sin decir nada.

Todo se vuelve manso,
discurre por lo profundo
trazando laberintos
que nadie recorre.

¡¡¡Brota!!!
desde el mismo pecho,
desde el mismo vientre
que nos parió a todos,
con la nana del arroyo,
con la canción de la lluvia,
con la sinfonía del mar.

Y ya más cerca de la gota que de la lluvia:
           
Jazmines níveos,
tarde suave de agosto,
corcel de mi infancia
sobre el que galopo.
Ramas ondulantes,
cabellos al viento,
me hundo en tu vientre,
te olvido y te anhelo.

Pero necesitamos más de la lluvia, de la poesía: su esencia, como decía Juan Ramón. Y me vienen sus versos a la memoria…
Vino, primero, pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!
…Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda…
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
                     (Páginas escogidas, Gredos)     

Por eso nos adentramos en el mundo del haikú. El haikú es una breve composición poética de origen japonés que se encuentra muy ligada al mundo de la meditación. Suelen primar los temas referidos a la naturaleza o el paso del tiempo por eso se presentan los textos como una fotografía, como una imagen, como un impacto. La métrica del haikú es sencilla: son textos constituidos por 17 sílabas que se organizan en tres versos: un verso de cinco, un verso de siete y un último verso de cinco. Para su formación se tienen en cuenta las reglas de la métrica que hacen referencia al acento, es decir, se suma una sílaba más si la última palabra del verso es aguda y se resta una sílaba si la última palabra del verso es esdrújula. También se tienen en cuenta la sinalefa y la diéresis.

Para ejemplificar las bases del haikú, Federico nos recita varios, entre ellos consigo rescatar el siguiente del poeta Octavio Paz:
 Árbol perdido
en diecisiete sílabas
sueñas y duermes.

Así que nos ponemos manos a la obra y surgen de entre nosotros grandes maestros y maestras del haikú. Seguimos utilizando los textos poéticos previos que hablaban de la lluvia. A continuación varios haikús de los y las asistentes:
 Canten los caños
una esfera translúcida
flor de la aliaga.

Pincel de plata
mar cuajado de grullas
gacela azul.

Vital frescura.
Mi ligera alegría.
Serena fuerza.

Un charco quieto
gato tras los tejados
lágrima inédita.

Jazmines níveos
en la tarde agosteña
bajo el azul.
             
Pero esto no es todo. Hay textos, hay poemas más allá del haikú, todavía podemos ir más a la esencia, a la poesía desnuda de la que hacía alarde Juan Ramón. Como ejemplo, de nuevo, el poeta Octavio Paz: “Grillo: berbiquí de la noche”.


Y desnudas siguen fluyendo las metáforas:
                        Lluvia: lágrima inédita.
                                   Lluvia: trino de agua.
                                               Lluvia: gotas de música.
                                                          
Aquella mañana el otoño no se había despertado. El cielo sugería la continuidad del verano. Lucía el sol y nuestro segundo encuentro literario, poético, había resultado una vez más, delicioso.


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