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Encuentro con Isabel Escudero: Homenaje a Agustín García Calvo


Isabel Escudero puso el título de nuestro encuentro y quiso ser exacta y justa y seguramente, quiso ser libre:
Paideia:
¿Pedagogía del revés?
Lo que hemos oído al Maestro.
Homenaje a Agustín García Calvo.

El 20 de abril, adentrada ya la primavera en los parques, las ciudades, las almas, las escuelas... recibimos en la Biblioteca de Acción Educativa a la poeta Isabel Escudero. Ella llegaba con boina y mariposas prendidas de los cabellos con la resaca todavía de un homenaje, de un encuentro, de un regalo cargado de amor y agradecimiento que acababa de celebrar el martes anterior en el Ateneo de Madrid, un acto fabricado por amigos que querían recordar a Agustín García Calvo; por amigos y para amigos el Ateneo estaba a reventar, no cabía un alfiler; todos los asientos ocupados y los pasillos y el escenario y... de aquel acto que se abría con la voz de Amancio Prada llegaba aún embriagada esta mujer en cuyo rostro se refleja todavía el rastro de una lindeza casi casi de niña y una sabiduría, una experiencia, casi casi de abuela.
Isabel, toda augurio, comenzó su relato con estos versos:

Cuatro amores tengo
los cuatro me los merezco.

Tuve un amor hace tiempo
se me abren los brazos cuando lo pienso.

Inmediatamente agradece la invitación y posa sus palabras sobre la autora, Ana Pelegrín, mencionando su admiración mutua. Habla de Ana Pelegrín como de una maga que devolvía al pueblo, poéticamente hablando, lo que era del pueblo, porque los poetas no son, dice Isabel, un cuerpo divino, elegido; son aquellas personas que saben quitarse de en medio para dejar, permitir, que la lengua hable. Establece, así, un símil con el agua de los ríos: esencia o sustancia, modo de pasar sin pasar que genera el canto rodado, igual que el poeta, los ciudadanos, el pueblo propicia el canto que sale de la boca. Dice Isabel que al poeta la flecha le atraviesa, pero no le pertenece, es del aire. Los y las que poéticamente han triunfado ha sido porque además de su atractivo poético, se han dejado atravesar; esto le sucedió a Ana Pelegrín y a Agustín García Calvo.

A partir de aquí Isabel comienza a reflexionar a cerca del modo de enseñar del maestro (Agustín García Calvo), casi en todo momento se refiere a él con ese nombre. La palabra "magisterio" viene del latín magistri, es decir, los que enseñaban en casa a los hijos de los romanos; normalmente eran esclavos (libertos) griegos, personas muy cultas, aunque con la palabra "magister" no se designaba al maestro de escuela, al que se conocía como "litterator", sino a aquel que alcanzaba el más alto grado de conocimiento en su campo o profesión y por ello podía dar lecciones de ello.

Nos referiremos, entonces a Agustín como el Maestro. Dice Isabel que el Maestro lo hacía todo para enseñar al que ya sabe, por ello, eran de su interés los niños, pues aseguraba que los niños, cuanto más pequeños son, más saben; son más salvajes y de ahí surgen cuestiones azarosas (con cierta conciencia previa), porque la lengua no se enseña, es el primer artificio humano, se incorpora en el niño de manera automática. Después se olvida, porque sólo aprendemos algo cuando lo aprendido se ha olvidado y se realiza nuevamente de manera automática.

A estas alturas del discurso, las maestras y maestros que escuchamos a Isabel no hemos pestañeado y nos dejamos pasear por el carromato de sus palabras. Nos ha conducido al territorio de Cernuda: 
Donde habite el olvido, para seguir aprendiendo.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.
(Luis Cernuda)

Y de ese país nos trasladamos al país del "enseñar". Dice Isabel que enseñar debe hacerse "como el que no quiere la cosa", pero enseñar hondo y eso sólo se consigue de manera indirecta, sin que el niño lo note. Las cosas hablan, lloran, ríen porque los humanos las percibimos a través de nuestra propia sensación de vida.

El hombre le quita la voz a todo mientras los niños quieren jugar con el lenguaje para dar vida a las cosas que le rodean y se asombran porque el lenguaje en sí y su entendimiento son algo milagroso. El lenguaje nos libera del futuro.

El maestro fundamenta su teoría en que uno (el hombre) es un caso de cosa y las cosas hablan por un lado, pero por otro lado la realidad no es lo que parece y de esa confusión surge el lenguaje como juego, juego para nombrar al mundo. El lenguaje, tiene por tanto la gracia de estar fuera y dentro de la realidad, se desdice de lo dicho y se ríe de lo dicho... ¡esta es la gracia que tienen nuestros niños! En el niño hay un reduccionismo del saber enciclopédico.

Isabel nos lleva de un pensamiento a otro con una profundidad de la que no parece consciente y con una belleza inusitada. Agustín, perdón, el Maestro, quería desdoblar la realidad a través del teatro ("máscara") y para eso primero hay que ser UNO, es la única manera de aprender a vivir libre dentro de un conjunto. Hoy, se va preparando al niño para que sea un ciudadano que va a la escuela, que vota, que tristemente hace lo que le dicen hasta que muere.






Lo que propone el maestro es la pedagogía del revés, aquella que lleva al maestro a la escuela a construir, no a atiborrarse de cosas que van tapando lo realmente importante; cuando un niño entra a discurrir con interés el conductor (maestro) debería anotar aquello que el niño necesita aprender; por supuesto sin ahogar su sensibilidad. Así sucede en la plástica: los niños poco a poco van perdiendo su gracia hasta que pintan lo que está mandado; los maestros debemos permitir que el niño de cada ser se mantenga mucho tiempo "vivo", al final la realidad los colocará en una realidad asimétrica, como lo es la contraposición entre: Paideia y pedagogía.

Entramos a hablar de la importancia de Antonio Machado en la vida del Maestro (Agustín). De esto comienza enunciado Isabel que el Maestro era exagerado para que lo atendieran, como decía el poeta de Sevilla:
Oscuro, oscuro para que te atiendan
y claro, claro, para que nadie te entienda.
                                    (Antonio Machado)

La virtud magnífica del desengaño te lleva a ser un niño, a renacer, porque todos somos revivibles. La desilusión de los ideales falsos debieran generarnos alegría porque te hacen ver más claro y sentirte vivo. Isabel invita: Maestro, debes sacar la alegría de la desilusión. Entramos a hablar de obras concretas del Maestro:
  • En Canciones y soliloquios hay dos géneros y no todo se puede cantar. En cursiva aparecen los soliloquios que se encuentran en el nivel de la melopea consistente en exagerar la prosodia de la lengua como por ejemplo hacen los pregoneros.
  • Bebela es un libro de amor. Un libro en el que con un verso llano se cantan las virtudes, maldades, perfecciones e imperfecciones del objeto amado: Bebela. En él destaca el sentimiento de imposibilidad de conocer del todo al objeto amado.
  • Del Ramo de romances y baladas recita Isabel la "Balada del muerto muy llorado" y termina su pequeño homenaje al maestro mencionando su texto Al burro muerto, narrando la inclinación del Maestro hacia este animal al que usa como interlocutor, así como representante del pueblo.
Y no debemos perdernos el rastro de su filosofía y de la de Isabel, la que ambos dejaron en la Puerta del Sol:

La segunda parte de nuestro encuentro con Isabel Escudero nos sirve para adentrarnos por las hendiduras de su obra poética. La recibe una compañera del seminario entonando uno de sus romances preferidos.

Isabel Escudero, extremeña de Badajoz, nacida en Quintana de la Serena, actualmente trabaja como profesora en la Facultad de Educación de la UNED. En 1984 publica Coser y Cantar con poemas breves de inspiración popular; este interés por lo popular no la abandonará nunca en ninguna de sus obras: Razón común=Razón poética, Cancionero didáctico: Cántame y cuéntame, Cifra y aroma, El día menos pensado...  

Cuenta la propia Isabel que de pequeña gustaba de esconderse para escuchar hablar a los mayores porque el tono le recordaba a una música. Pronto su padre, que era maestro, descubre el interés de Isabel por la poesía, aunque también le interesaba el teatro. Ya de más mayor entra en el terreno de la filosofía a través de la lectura de obras como Abel Martín de Mahado.

Dice Isabel que los poemas encierran una guerra que está en la raíz misma de las cosas y todo se mezcla con la cultura dela gente de los pueblos. Coser y cantar es un libro circular que continúa en el resto de sus libros insistiendo en las formulaciones cortas hasta llegar al gusto por la limpieza.
La culpa de que te quiera,
mitad es del relojito
y mitad de la cadena.

¿No te da pena?
Dejarme con luna llena.

El gorrión y las migajas es una obra más evocadora del haikú y Cifra y aroma evoca el concepto de la propia poesía: medida y con olor.

Es Cántame y cuéntame un libro muy importante para tener en las escuelas. No encontramos en él versos infantilizados, siempre encontramos una exactitud en lo poético. Con una estructura curiosa y seguida por Agustín García Calvo; seleccionó los versos por los que los niños se interesaban. Ilustrado con imágenes que parecen trasnparencias.

Isabel recitó textos poéticos de muchos de sus libros mientras respondía con ilusión a todas las preguntas que Federico le preguntaba y nos regaló un texto que aparecerá publicado en su próximo poemario:

SIN SABER... 

Sin saber nacen los hombres.
Sin saber llora el bebé.
Sin saber habla la boca.
Sin saber andan los pies.
Sin saber rebuzna el burro
y el sol sale sin saber.
Sin saber se mueve el aire
¡ Y yo me muero por saber!

Sin saber muge la vaca.
Sin saber responde el buey.
Sin saber pica el mosquito
y sin saber reina el rey.
Sin saber cae la noche
y amanece sin saber.
Sin saber gira la tierra,
sin saber tiembla su piel.
Sin saber sale la luna
¡Y yo me muero por saber!

Sin saber crece tu pelo
y los trigos sin saber.
Sin saber canta el jilguero
y tú cantas sin saber.
Sin saber salta la pulga
y sin saber nada el pez.
Sin saber huele la rosa
y el jazmín sin saber.
Sin saber cae la nieve
sin saber qué blanca es.
Sin saber fuiste a la escuela
y  ya eres hombre sin saber.
Sin saber te late el pulso
y el corazón sin saber.
Sin saber pasan los días
sin saber si es hoy o ayer
sin saber nacen las yerbas
¡ Y yo me muero por saber!
Sin saber giran las horas
en el reloj sin saber
y cuando llegue la mía
sin saber me moriré.
Sin saber vine a este mundo
sin saber le dejaré
y aún vivito y coleando

¡ Yo me muero por saber!
Y tras regalarnos unos cuantos ejemplares que permanecerán en la biblioteca de Acción Educativa; y tras firmar sus libros a todos los que nos acercamos, se marchó Isabel con su bonina, su risa y sus mariposas prendidas.

Yo os dejo, como no, más fotos para el recuerdo de aquella mañana.











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